El noble primogénito e hijo único de los Belmonte era conocedor de un hecho científicamente demostrado: Todas las damas de la corte perdían las enaguas al pensar en su persona. Pues tal era la fama, garbo y saber estar del semental que a sus encantos no se resistía ninguna dama de recta moral. Señoritas de alta alcurnia competían por las atenciones del... ¿qué digo, joven? ¡del semental! Señoritas de alta alcurnia competían por las atenciones del semental, e insulsas plebeyas perdían el sentido a su paso. ¡Oh, tal sensualidad arrasaba con su calor, cual arrasador fuego de Nerón!
Y por ello, el noble de cabellos dorados como el sol arribó al baile con el porte de aquel que se sabe victorioso antes del combate. El arte del cortejo no tenía secretos para él, pues le bastaba con señalar a la afortunada para sentir el arropador calor del amor hasta el alba. ¡Oh, enséñame tu secreto, príncipe del amor! ¿Por qué yo, humilde escribidor, en el cortejo soy todo un perdedor!
No se planteó siquiera la posibilidad de que aquella noche fuera diferente. A la gran gala fue invitado y, cual caballero armado, acudió bien ataviado: Elegante esmoquin blanco, combinado con un lazo azulado; pantalones negros y gemelos dorados; y como guinda del pastel, un blanco clavel. Arrollador, reluciente, imponente, resplandeciente... Así lucía nuestro Don Juan, acudiendo a la gala sin oponente ni rival. Él se llevaría aquella noche los mejores tesoros, y a sus oponentes dejaría los despojos.
¿Pendenciero? Más bien, un honesto guerrero.
Pronto vislumbró a la afortunada con la que pronto pondría a prueba la resistencia del colchón. Iuyuella era su nombre: Esbelto cabello rojizo, y ojos verdes y bellos, tan brillantes como del noble sus sus sentimientos. Recatada, fina y delicada, la presa ideal para una caza bien meditada. Palabras bien moduladas, un sutil roce, un verso bonito y un susurro al oído... El don Juan se sabía ya ganador, no existía posibilidad de error...
Pero, ¡Oh, ignonimia! Tornose Iuyiella a otro lugar, ignorando al noble y su "bla bla bla". ¿Qué pudo pasar, qué pudo ir mal? ¿Qué ocurrió que fallara semejante semental? Poco disimulado recochineo llegó hasta el primogénito, el cuál supo que no tendría otra elección:
De Iuyiella esa noche tendría que conseguir su amor.
Pues era una cuesión de honor.
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Reescritura de un viejo fanfic llamado "El príncipe arrollador". Quizá un día desarrolle esta historia más.
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Día 13 de 365
20 de Noviembre
El proyecto de un aspirante a escritor. Una pequeña historia, pieza narrativa, ensayo, poesía... Lo que se me ocurra, día a día, durante un año.
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