Distrito 11, dos semanas después de la huida de Katniss de Los
Juegos del Hambre.
La
plaza del ayuntamiento estaba estaba abarrotada. Por orden de los
agentes de la paz, todos los ciudadanos del Distrito Once se habían
reunido en la misma.
La
rebelión había sido un fracaso, un desastre. Lo que en un principio
había sido un auténtico éxito, pronto se truncó cuando las
fuerzas del capitolio recibieron refuerzos. Los ciudadanos contaban
con armas, es cierto. Afiladas y pesadas herramientas con las que
recogían la cosecha año tras año, además de las gafas de visión
nocturna con las que habían conseguido una ventaja táctica durante
la noche.
Pero
nada de eso sirvió cuando llegaron los refuerzos, cuando empezaron
los bombardeos. ¿Qué podían hacer unos granjeros contra los
entrenados agentes de la paz del capitolio? Exactamente lo que
hicieron. La rebelión logró resistir durante varias semanas. Pero,
finalmente, sus líderes acabaron cayendo. Otros se entregaron para
detener la matanza.
Y en
ese día, el Distrito Once había sido reunido para presenciar el
juicio y la condena contra todos los acusados. Muchos de los
asistentes estaban todavía gravemente heridos, pero poco importaba
al jefe de los agentes. Frente al antiguo y derruido ayuntamiento se
alzaba una tabla para las ejecuciones. El jefe de los agentes de la
paz, Jonas, subió al mismo y habló con voz fuerte y clara hacia los
altavoces. Varias cámaras filmaban la escena. Iba a ser
retransmitido en directo a todo Panem, a modo de advertencia de lo
que ocurría con las revueltas.
—Ciudadanos
de Panem, hoy me dirijo a ustedes en un feliz y fatídico día. Han
pasado 75 años desde que la gran guerra consumiera este país.
Sufrimos gravemente, pero con dolor y esfuerzo logramos levantar de
nuevo esta gloriosa tierra. ¡¿Y PARA QUÉ?!
El
grito resonó en la destrozada plaza.
—Habéis
olvidado rápidamente POR QUÉ luchó el capitolio: ¡Para crear la
más rica de las potencias! Se instauraron los Juegos del Hambre como
recordatorio de ese dolor. ¿Y habéis osado levantaros en armas
contra vuestro gobierno, aquel que os cuida? ¿¡Habéis osado?!
El
silencio se apoderó de la zona. Los cámaras barrieron a los
heridos, hambrientos y destrozados ciudadanos del Distrito Once.
Nadie decía una palabra. Los agentes de la paz presentes apuntaban
sus armas hacia la multitud, listos a disparar ante cualquier gesto
de agresividad.
—El
capitolio es justo, y sólo castiga a los culpables. Pero hoy nos
hallamos en una difícil situación. Pues, ¿Quién es el culpable
cuando todo un distrito se alza en armas? ¿Quién, os pregunto?
Varios
agentes de la paz se movieron al frente de la multitud. Fueron
sacando, aparentemente al azar, a distintos ciudadanos, obligándolos
a subir al escenario en el que hablaba Jonas. Poco tardaron algunos
en notar que los agentes seleccionaban uno de cada cuatro ciudadanos.
—Así
pues, he hallado una solución. Puesto que es imposible hallar a
todos los culpables, he decidido que una cuarta parte del Distrito
Once
sea ejecutada
ahora mismo. Así nos aseguraremos de que este incidente no se
repita.
Los
gritos fueron alzándose entre la población. Las madres abrazaban a
sus hijos, y se arremolinaban juntos tratando de evitar ser
seleccionados por los agentes. Se escucharon disparos, y las cámaras
captaron cómo los agentes mataban a una niña que huía con un bebé
en sus brazos.
—Por
cada persona que trate de huir, mataremos a diez ciudadanos más.
¡Subid al primero!
Dos
agentes de la paz obligaron a subir al primer condenado: Un joven que
tenía una pierna totalmente inutilizada. Jonas sacó una pistola de
su pernera y apuntó al joven a la cabeza
Lo
único que escuchó fue un seco “Tuc!” seguido de un gemido
ininteligible que resonó por todos los altavoces. Los presentes
tardaron unos segundos darse cuenta de que una flecha, surgida de la
nada, había aparecido atravesando el costado del jefe de los agentes
de la paz. Éste se llevó la mano al mástil y giró, esperando
encontrar a su agresor antes de derrumbarse contra el suelo
De
una oscura ventana en un edificio semiderruido, surgió una segunda
flecha que se clavó en la garganta de Johnas.
—¡Nos
atacan! —gritó
un agente.
Día 24 d 365
29 de Diciembre
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Mi visión de cómo debería haber empezado la tercera novela de Los Juegos del Hambre.
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