martes, 2 de enero de 2018

Día 27 de 365: "Perdidas en la selva (1)"

El inicio de una secuela al fanfiction "Lo que Fuimos" de mi amigo SG91.

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Año tres desde la gran migración.

Como tantos cientos de veces ocurriera anteriormente, el amanecer asomó sobre la selva peruviana. Hacía varios años que no se había vuelto a ver actividad humana en la región, desde que una extraña luz cubriera el mundo y, con ella, se desvaneciera toda presencia del hombre. La vida había seguido su camino, las plantas empezaron a tomar los senderos antaño usados por exploradores y turistas, y los animales habían dejado de temer a los lugares en los que antes estos frecuentaban.

Sin embargo un extraño rugir llenó el aire, un sonido que ningún ser vivo había escuchado desde aquel misterioso evento. El ruido se volvió más fuerte hasta que una avioneta apareció por encima de las nubes, descendiendo hasta unos pocos cientos de metros por encima de la selva. De unos ocho metros de largo era un vehículo que, probablemente, podría albegar una docena de pasajeros en su interior. La aeronave parecía estar a punto de deshacerse por piezas: parches de varios colores marcaban donde había sido reparada por manos poco expertas, y el humo negro que dejaba tras ella auguraba que era casi un milagro que el motor siguiera en funcionamiento.

De hecho, literalmente, el fuselaje estaba reforzado con cinta adhesiva, de una forma que parecía más un vendaje que no una reparación. En el interior de ese engendro volador, una potra amarilla miraba nerviosamente un mapa.

-Applebloom, ¿estás segura de que vamos bien?
-¡Sí, sí, lo estoy, Scoots! -respondó la aludida-. Hemos dejado Aguas Calientes atrás, y este tiene que ser el río Urubamba, no puede estar lejos.
-Pero, ¿por qué, en nombre de Celestia, no podíamos utilizar esos GePeEges de los humanos?

Applebloom rodó los ojos y dejó el mapa para mirar a la unicornio blanca detrás suyo.

-Sweetie, ya te lo he explicado: Los satélites que había en órbita han perdido precisión, y no sabemos todavía cómo contactar con ellos para corregir el problema. Además se llama "G.P.S." y.... Oye, ¿estás bien?

La adorable unicornio blanca estaba manchada por algún tipo de sustancia negruzca, y la frustración y el enojo reflejados en su cara. Como respuesta, levantó una pata del suelo de la avioneta: Un chorro de aceite surgió disparado hacia arriba como si se tratara de una fuente. Sin decir nada, Sweetie Belle volvió a tapar el agujero y respondió:

-Perfectamente.
-¡¿Eso que huelo es el líquido del sistema hidráulico?! -gritó Scootaloo-. ¡Mirad que nos la pegamos, ¿eh?! Tendríamos que volver.
-Pero... ¡tenemos que estar cerca! Según la guía, veríamos la "Montaña del maya mirando al cielo", y no la veo por ningún lado.
-Pero vamos a ver, Scoots, ¿desde qué altura podemos ver esa montaña?

El golpe de la pezuña de la potra amarilla contra su frente resonó por encima del rugir de los motores.

-¡Diantres, claro! Scootaloo, baja todo lo que puedas y vuelve a pasar por aquellas montañas de ahí, ¡no puede estar lejos!
-A sus órdenes, capitana, pero en diez minutos volvemos o nos quedaremos sin combustible.

La avioneta bajó en altura y empezó a maniobrar entre las montañas selváticas, de una forma mucho más temeraria de lo que a las amigas de Scoots les agradaba. A los pocos minutos, solo la piloto era capaz de seguir mirando recto y sin sufrir arcadas.

-Chicas...
-Es... estamos bien.... -murmuró Applebloom-. Por favor mantenlo recto un rato...
-¡Chicas!
-Esto es... horrible... ¡horrible!
-¡¡Chicas, está ahí!! ¡A la izquierda!

Las dos potras se recuperaron inmediatamente del mareo y miraro hacia las ventanas de la izquierda. La montaña, pintada en verde por la vegetación, formaba tres picos que recordaban claramente a la efigie de un humano mirando hacia el cielo. Y, a los pies de la misma, descubrieron las primeras construcciones...

-¡Lo hemos encontrado!
-¡Sí!
-¡El Machu Picchu! ¡Cutie Mark Crusaders exploradoras, yeah!

Hubo unos minutos de jolglorio dentro de la avioneta, los cuales acabaron cuando Scootaloo decidió hacer bailar a la misma. Sus amigas no creyeron que fuera tan buena idea.

-Bueno, ahora vamos a aterrizar y lo exploraremos todo.
-¡Eso!
-Aterrizar... ¿dónde, exactamente?
-Pfft, ¡eso es fácil, Scoots! -respondió Applebloom-. He visto en libros que los aviones pueden aterrizar en el agua, aterrizaremos en el río.

Scootaloo sintió que se le helaba la sangre.

-Applebloom, querida... eso son los hidro aviones.
-Ehm... ¿y eso por qué es importante?
-Porque esto es un avión.

Silencio.

-Bueno... podríamos... ¿aterrizar en la selva?
-Oh, ¡por supuesto! -gritó Scootaloo falsamente entusiasmada-. Ahora, lo que es volver a despegar... o volver a caminar nosotras...

Silencio.

-Podríamos volver y ya pensaremos cómo...
-Sí, será mejor que.... ¡¿QUÉ?! ¡¿Qué ha pasado con el combustible?! ¡Está casi vacío!

Silencio aterrorizado.

-Bueno, no pasa nada -atajó Sweetie Belle con su típica alegría-. Cargué la bodega con combustible de emergencia, basta con rellenar el depósito y volvemos a Cusco. ¿Dónde está la puertecita para recargar combustible?
-Fuera. En la panza del avión. En el fuselaje.


El silencio se volvió mucho más intenso en esa ocasión... Porque ambos motores se apagaron con un estertor agónico.

Las tres potras gritaron.

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