martes, 9 de enero de 2018

Día 29 de 365: Perdidas en la selva (3)

El crujir de las ramas de un gran árbol cercano resonó como una anomalía en la selva peruviana. Crusader, poco a poco, alzándose poco a poco hasta que su parte inferior a duras penas rozaba el suelo selvático junto al río; un par de gruesas cuerdas pasaban por la base de las alas, centro de gravedad de la aeronave, y tras varios minutos de esfuerzo habían logrado su cometido.

Applebloom dejó el engranaje que había construido y al que la cuerda, pasando por un ingenioso sistema de poleas, estaba unida. Sweetie Belle y Scootaloo observaron a su amiga con la boca desencajada.

-¡¿Cómo has podido levantar tú sola a Crusader?!
-¡Brujería!
-No es brujería, bobas, es ley de poleas y palancas -explicó la poni de tierra secándose el sudor de la frente con una toalla-. Lo aprendimos de los humanos: como ellos no tenían magia aprendieron a usar las cuerdas, palancas y poleas de distintos tamaños para reducir el trabajo máximo para mover grandes cargas.

La pegaso y la unicornio miraron alternativamente a Crusader colgar sobre el suelo, a Applebloom y la una a la otra antes de confirmar sus sospechas con una risa divertida:

-Brujería.
-Sin duda.

La toalla húmeda chocó contra la cara de la carcajeante Sweetie Belle.

-Bueno, me pondré cascos a la obra -anunció Scootaloo-. Aguas Calientes está bastante cerca de aquí, ¿queréis ir a echar un vistazo a ver si hay algo útil?
-Útil, ¿como qué?
-Herramientas, comida en lata vegetariana -Scoots nunca olvidaría la vez que probó por error un bote de comida humana normal-, planchas de madera... lo que sea.
-Habrá que probar suerte. ¿Estarás bien tú sola, Scoots, no sería mejor que fuéramos todas?
-Nah -negó la pegaso mientras se ponía un cinturón de herramientas-. No quiero dejar a Crusader sola.

Las otras dos yeguas sonrieron al ver a su amiga mirar al avión con ojos soñadores. No les cabía duda de que si Scootaloo hubiera descubierto antes los aviones, su Cutie Mark los incluiría también; además, la pegaso parecía tener un don especial para reparar maquinaria humana, a pesar de que nadie entendía cómo hacía funcionar los artilugios humanos exactamente.

Sweetie Belle y Applebloom tardaron algo más de una hora en llegar a Aguas Calientes. Habían caído en el mismo valle donde estaba la ciudad turística abandonada. Había sido una suerte que Crusader hubiera "aterrizado" más abajo del río, ya que a medida que subían hacia Aguas Calientes la corriente de agua perdía profundidad y ganaba en velocidad y violencia.

La selva, en los tres años desde que ocurriera la gran migración, tal como habían llamado los historiadores al evento mágico que cambió la Tierra y Equestria para siempre, había retomado la ciudad humana. Si bien las calles aún no habían desaparecido completamente, todos los edificios estaban cubiertos por plantas y vegetación, y grandes árboles crecían cerca de los límites del lugar, expandiendo poco a poco sus raíces hacia el interior del mismo.

Tras un rato de pasear por la única calle del pueblo no tardaron en ver que había sido un viaje en balde.

-Aquí no vamos a encontrar nada, me parece. No veo planchas de madera que podamos usar en los edificios, está toda demasiado rota por el tiempo.
-Hay algunos medicamentos en la farmacia y el centro médico -apuntó Sweetie-, pero aparte de algunas vendas, los medicamentos están todos caducados. No nos valen.
-¡Eh, mira! -exclamó Applebloom-. ¡Una estación de tren! Fijo que cerca hay algún taller de reparaciones, ayúdame a buscar.

Ambas echaron un vistazo alrededor. La puerta que hallaron hizo que ambas se quedaran quietas durante un instante, estudiando lo que estaban viendo.

La puerta estaba destrozada violentamente, aunque los trozos de madera ya estaban cubiertos de musgo. En el interior pudieron ver claramente un grueso listón de madera que había sido roto junto a la misma puerta, y las herramientas del taller estaban, en gran parte, caídas desordenadamente en el suelo.

-Qué... ¿qué pasó aquí? Se supone que los humanos desaparecieron de golpe...

Applebloom se acercó a la entrada donde una herramienta le llamó la atención: Un martillo junto a un pequeño recipiente con clavos.

-A mi me parece que alguien intentó encerrarse en esta habitación. Hacerse fuerte, o huir de algo. Y por la altura a la que clavó la madera no era un humano, quizá era un poni también.
-Pero si la puerta y la madera están rotas... ¿Qué las rompió?
-No lo sé... Recojamos todas las herramientas y volvamos con Scootaloo. Esto no me gusta.

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