viernes, 24 de noviembre de 2017

Día 15 de 365: "El presente de un carpintero"


El muchacho observaba a su padre desde el hueco de la escalera que bajaba al sótano.

Era un hombre serio y algo rudo, entregado a la dureza del campo y del trabajo de la madera. A pesar de que los campos requerían cuidados día a día, el padre de la familia complementaba sus ingresos mediante la carpintería. La mayor parte de veces empleaba ese tiempo en tareas prácticas: La reparación de puertas y persianas, construir mesas funcionales y, en ocasiones, tallar las piezas que formarían parte de los hogares de ricos y burgueses.

Era extraño observar al carpintero disfrutar de su trabajo como en aquel día. Siempre era diligente y la calidad de sus trabajos no era discutida, pero su hijo observaba la seriedad de sus ojos y la velocidad a la que trabajaba. Siempre sacar los encargos adelante, evitando todo tipo de distracciones, pues eran tiempos duros.

Aquella tarde era distinta.

El padre trabajaba lentamente, manejando una pieza en sus manos sin que el muchacho pudiera ver de qué se trataba. Tras unos minutos pudo verlo sonreír y susurrar algo para si mismo; sujetó la pieza con el gato del banco de carpintero y tomó una fina gubia para pasar un largo momento tallando algo con sumo cuidado. Después dejó la herramienta con precisión y respeto, tomó una lima y siguió trabajando en la talla.

El muchacho ardía de curiosidad; sabía que a su padre no le gustaba que anduviera por el taller mientras trabajaba pero... ¡Quería saber qué estaba haciendo! Podía entender que su padre tallara por encargo, porque necesitaban el dinero, pero sabía bien que no era el caso en esta ocasión.

Cuando su padre se alejó del banco de trabajo, el muchacho se escondió para verlo ir hacia la cocina. Supo que si le veía le regañaría, quizá le cayera una torta, pero la curiosidad es una fuerza poderosa. Fue escaleras abajo, tan silenciosamente como pudo y miró en qué estaba trabajando el carpintero. Se trataba de una pequeña caja de madera, aún inacabada, pero el muchacho supo que algún día sería algo realmente bello. Dibujos con motivos florales estaban siendo tallados en la superficie, y la combinación de varias maderas distintas en algunas partes creaban un juego de colores y texturas impresionante.

El muchacho no escuchó los pasos a su espalda hasta que fue demasiado tarde. Se giró, pensando en una excusa, pero para su sorpresa su padre no parecía enfadado. Caminó hasta el banco y se arrodilló poniéndose a la altura de su hijo.

—¿Te gusta? —el niño asintió—. No le digas nada a tu madre, es un regalo.

El carpintero revolvió el pelo a su hijo con cariño y lo mandó a jugar. Todavía le quedaba mucho para acabar aquella pequeña pieza.

Día 15 de 365.
24 de Noviembre

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