domingo, 12 de noviembre de 2017

Día 6 de 365: "La mujer que caminó hasta el fin del mundo"

La mujer que caminó hasta el fin del mundo miró hacia la vasta extensión frente a ella, puso las manos en las caderas y suspiró, satisfecha consigo misma.

Había sido un viaje extraordinario. La llamaron loca cuando dejó su pueblo natal, dijeron que iba tras una leyenda y que moriría sola y perdida, hubo quienes la maldijeron por intentar romper el orden natural de las cosas. "¡Hay cosas que el hombre no debe ver!", le advirtió un anciano, y ella respondió "yo no soy hombre". 

Su viaje había empezado como una misión de descubrimiento e investigación: Buscar los relatos que aquellos exploradores que intentaron semejante gesta antaño, buscar los estudios de maestros y eruditos que conjeturaban cómo hallar el fin del mundo, y también todos los nuevos instrumentos de navegación que pudiera necesitar. Es decir, si fuese tan sencillo como caminar en linea recta, alguien lo habría encontrado aunque fuera por casualidad, ¿verdad?

Cuando la gran biblioteca de su país no pudo ofrecer más respuestas, viajó al país vecino. Después al siguiente, y al siguiente, aprendiendo idiomas, conociendo a sus gentes y leyendas locales. Toda canción, todo cuento e historia guardaban cierta sabiduría que quizá la llevaran un paso más cerca en su gesta. E incluso cuando ella misma sabía que estaba muy lejos de su objetivo siempre estaba feliz de compartir lo que había descubierto. A veces se trataba de curiosos, otras de eruditos, y las más de amables familias que la acogían en sus hogares a cambio de unas monedas, un poco de ayuda o de las mil y un historias que tenía que contar. Había perdido la cuenta de cuántos niños y niñas se habían dirigido a ella como "tita", o el equivalente en su idioma y país, y a de cuántos se había despedido con una lágrima en los ojos. Pero el viaje debía continuar, debía hallar su objetivo.

Por supuesto, también conoció el lado más oscuro de la humanidad. Personas huyendo de opresores y guerras, del hambre y de enfermedades, de desastres y castigos divinos... Ayudó a todo aquel que se cruzó en su camino: No muchas personas poseían la experiencia de haber estado toda una vida caminando por senderos olvidados, y ella no tenía miedo a enseñar al necesitado a usarlos en su favor. 

Hubo ocasiones en las que ella misma deseó ser ayudada, como tantas veces había ayudado en el pasado. Momentos de extrema soledad y arrepentimiento, por todo lo que había dejado atrás; el horror de conocer a hombres y mujeres malvados que se aprovecharon de ella; instantes de hambre, frío y agotamiento sin un lugar donde buscar socorro... Estas experiencias la volvieron más dura, más resistente, pero jamás quebraron su espíritu y siempre ofreció lo poco que tenía al que lo necesitara. Más de una vez mintió al decir que ya había comido o que no tenía hambre, porque sabía que ella podía aguantar un poco más. 

La mujer miró el sol descender sobre el horizonte. Toda una vida viajando y dejándolo todo atrás, y finalmente había llegado a su destino. No era, realmente, el fin del mundo, no había un abismo que se extendiera hasta el infinito frente a sus pies, ni un dragón que apareciera para devorar al incauto que alcanzara aquella frontera prohibida. En su lugar, solo la infinita extensión del mar en un día despejado. 

Súbitamente algo la agarró con fuerza de una pierna. Ella sonrió, bajó la mano y revolvió el pelo de un niño de facciones exóticas, el cual pronunció una palabra entre risas alegres. No estaba segura todavía del significado en aquel país, pero sabía que el sentimiento era el mismo que había oído tantas otras veces: "tita". El niño le tomó una mano y juntos caminaron de vuelta a la casa de la familia que la acogía en aquella ciudad. 

La mujer que caminó hasta el fin del mundo, realmente, nunca alcanzó a verlo. A fin de cuentas, lo importante no es llegar a tu destino, si no seguir caminando junto a aquellos que deseen caminar a tu lado, aunque sea solo una pequeña parte de un viaje sin fin.

Día 6 de 365
12  de Noviembre.

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